Rosalía de Castro



Santiago de Compostela 1837
Era apacible el día
Era apacible el día
Y templado el ambiente,
Y llovía, llovía
Callada y mansamente;
Y mientras silenciosa
Lloraba y yo gemía,
Mi niño, tierna rosa
Durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto
Antes que empiece a corromperse... ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
Bien pronto en los terrones removidos
Verde y pujante crecerá la yerba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
Torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!...
Jamás el que descansa en el sepulcro
Ha de tornar a amaros ni a ofenderos
¡Jamás! ¿Es verdad que todo
Para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad.

Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
Te espera aún con amoroso afán,
Y vendrá o iré yo, bien de mi vida,
Allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
Que no morirá jamás,
Y que Dios, porque es justo y porque es bueno,
A desunir ya nunca volverá.
En el cielo, en la tierra, en lo insondable
Yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad.

Mas... es verdad, ha partido
Para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
De un día en este mundo terrenal,
En donde nace, vive y al fin muere
Cual todo nace, vive y muere acá.
Dicen que no hablan las plantas
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
La Coruña 1885

Juan Pablo Forner



Literato, prosista, erudito, pensador y polemista
Para que sirva de exornación

al Discurso

leído por el Abate Denina

en la Academia

de Ciencias de Berlín,

respondiendo a la cuestión

¿Qué se debe a España?

“Ya salió la Apología

del grande orador Forner:

salió lo que yo decía;

descaro, bachillería,

no hacer harina y moler”

Joaquín Sama y Vinagre



Del estudio de la figura de Joaquín Sama sale el retrato de un hombre coherente, responsable, decidido, leal, honesto y sensible a los problemas sociales por los que luchó para su mejoramiento a través de la educación.
Fue un escritor fecundo, aunque no escribió nada particularmente original o nuevo, pero tuvo el mérito indiscutible de revalorizar otras figuras relevantes.
Profesionalmente fue un educador muy amado por sus alumnos y apreciado por sus colegas por su paciencia, bondad y preparación.

Buenaventura de los Reyes Prósper



Se le recuerda como un sabio pintoresco, extravagante casi. Se le refieren a él docenas de anécdotas a cual más sabrosa; sucio, glotón y sabio eran sus componentes invariables.
Director indiscutible, patriarcal, venerable, recto, legalista, sabio, matemático, becquerianista, buen profesor y profundamente poseído por el sentimiento de la dignidad del fuero académico.